BOLETÍN DE LA COMUNIDAD HISPANA CATÓLICA EN TAIWÁN
Volumen 24 Números 4 -5 abril-may 2016
SOBRE EL AMOR EN LA FAMILIA
Volumen 24 Números 4 -5 abril-may 2016
EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL
AMORIS LAETITIADEL SANTO PADRE
FRANCISCOA LOS OBISPOS
A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS
A LAS PERSONAS CONSAGRADAS
A LOS ESPOSOS CRISTIANOS
Y A TODOS LOS FIELES LAICOS
AMORIS LAETITIADEL SANTO PADRE
FRANCISCOA LOS OBISPOS
A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS
A LAS PERSONAS CONSAGRADAS
A LOS ESPOSOS CRISTIANOS
Y A TODOS LOS FIELES LAICOS
SOBRE EL AMOR EN LA FAMILIA
La Exhortación apostólica post-sinodal está formada por las Relaciones conclusivas de los dos Sínodos junto a las numerosas catequesis sobre la familia del Papa Francisco, otros documentos magisteriales de sus predecesores y las contribuciones de diversas Conferencias episcopales del mundo.
“El camino sinodal ha presentado la belleza de la familia hablando del amor: esto constituye el fundamento del instituto familiar, porque Dios es amor entre Personas, es Trinidad y no soledad”, dijo el Cardenal Baldisseri quien concluyó que “en este documento el Santo Padre profundiza el Evangelio del matrimonio y de la familia y ofrece orientaciones pastorales concretas que, en el comunidad, adquieren un valor y una dinámica nueva”.
La Exhortación tiene como corazón espiritual el capítulo cuarto que trata del amor en el matrimonio. Es una colección de fragmentos de un discurso amoroso que está atento a describir el amor humano en términos absolutamente concretos. La profundización psicológica entra en el mundo de las emociones de los conyugues –positivas y negativas- y en la dimensión erótica del amor. Se trata de una contribución extremamente rica y preciosa para la vida cristiana de los conyugues, que no tiene hasta ahora parangón en precedentes documentos papales.
A su modo este capítulo constituye un tratado dentro del desarrollo más amplio, plenamente consciente de la cotidianidad del amor que es enemiga de todo idealismo: “no hay que arrojar sobre dos personas limitadas –escribe Francisco- el tremendo peso de tener que reproducir de manera perfecta la unión que existe entre Cristo y su Iglesia, porque el matrimonio como signo implica “un proceso dinámico, que avanza gradualmente con la progresiva integración de los dones de Dios” (AL 122). Pero por otra parte el Papa insiste de manera fuerte y decidida sobre el hecho de que “en la naturaleza misma del amor conyugal está la apertura a lo definitivo” (AL 123), propiamente al interior de esa “combinación de alegrías y de fatigas, de tensiones y de reposo, de sufrimientos y de liberación, de satisfacciones y de búsquedas, de fastidios y de placeres” (AL 126) está, precisamente, el matrimonio.
La Exhortación AMORIS LAETITIA está dividida en 9 Capítulos que son los siguientes:
Capítulo primero: “A la luz de la Palabra”
Capítulo segundo: Realidad y desafíos de las familias
Capítulo tercero: La
mirada puesta en Jesús: Vocación de la familia
Capítulo cuarto: El amor en el matrimonio
Capítulo quinto: Amor que se vuelve fecundo
Capítulo sexto: Algunas perspectivas pastorals
Capítulo séptimo: La educación de los hijos
Capítulo octavo: Acompañar, discernir e integrar la
fragilidad
Capítulo noveno: espiritualidad matrimonial y familiar
Descargar AMORIS LAETITIA por internet .....
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Por
qué mayo es el mes de la Virgen María?
Millones de personas participan durante el mes de mayo en
romerías a santuarios marianos, rezan oraciones especiales a la Virgen y le
hacen regalos, tanto espirituales como materiales.
Dedicar el mes de mayo –también llamado mes de las flores- a María es una devoción popular arraigada desde hace siglos: con su poesía Ben vennas Mayo de las Cantigas de Santa María, Alfonso X el Sabio nos revela que ya existía en la Edad Media, al menos en España.
La Iglesia la ha alentado, por ejemplo concediendo indulgencias plenarias especiales y con referencias en algunos documentos del Magisterio, como la encíclica Mense Mayo de Pablo VI en 1965.
“El mes de mayo nos estimula a pensar y a hablar de modo particular de Ella –constataba san Juan Pablo II en una audiencia general al empezar el mes de mayo en 1979-. En efecto, este es su mes. Así pues, el período del año litúrgico, [Resurrección], y el corriente mes llaman e invitan nuestros corazones a abrirse de manera singular a María”.
¿Pero por qué este mes, si otros contienen fiestas litúrgicas más destacadas dedicadas a María? El beato cardenal John Henry Newman ofrece varias razones en su libro póstumo Meditaciones y devociones.
“La primera razón es porque es el tiempo en el que la tierra estalla en tierno follaje y verde pastos, después de las severas heladas y nieves del invierno, y la cruda atmósfera y el viento salvaje y las tempranas lluvias de la primavera”, escribe desde un país del hemisferio norte.
“Porque los retoños brotan en los árboles y las flores en los jardines. Porque los días se vuelven largos, el sol nace temprano y se pone tarde –añade-. Porque semejante alegría y júbilo externo de la Naturaleza es el mejor acompañante de nuestra devoción a Aquella que es la Rosa Mística y Casa de Dios”.
¿Pero y si el mes de mayo trae cada día un rayo, como dice el refrán? “Aun así,
nadie puede negar que al menos sea el mes de la promesa y de la esperanza –responde el eclesiástico inglés-. Aunque el tiempo sea malo, es el mes que inicia y preludia el verano”.
“Mayo es el mes, si no de la consumación, al menos de la promesa, ¿no es este el sentido en el que más propiamente recordamos a la Santísima Virgen María, a quien dedicamos el mes?”, plantea en su obra, publicada en 1893.
Además, en algunos países durante el mes de mayo se celebra el Día de la Madre, y el recuerdo y los obsequios se elevan muchas veces también a la del cielo.
Para muchos, mayo es el mes más bello como María es la mujer más bella, el mes más florido que conduce el corazón hasta ella, Palabra hecha flor.
Dedicar el mes de mayo –también llamado mes de las flores- a María es una devoción popular arraigada desde hace siglos: con su poesía Ben vennas Mayo de las Cantigas de Santa María, Alfonso X el Sabio nos revela que ya existía en la Edad Media, al menos en España.
La Iglesia la ha alentado, por ejemplo concediendo indulgencias plenarias especiales y con referencias en algunos documentos del Magisterio, como la encíclica Mense Mayo de Pablo VI en 1965.
“El mes de mayo nos estimula a pensar y a hablar de modo particular de Ella –constataba san Juan Pablo II en una audiencia general al empezar el mes de mayo en 1979-. En efecto, este es su mes. Así pues, el período del año litúrgico, [Resurrección], y el corriente mes llaman e invitan nuestros corazones a abrirse de manera singular a María”.
¿Pero por qué este mes, si otros contienen fiestas litúrgicas más destacadas dedicadas a María? El beato cardenal John Henry Newman ofrece varias razones en su libro póstumo Meditaciones y devociones.
“La primera razón es porque es el tiempo en el que la tierra estalla en tierno follaje y verde pastos, después de las severas heladas y nieves del invierno, y la cruda atmósfera y el viento salvaje y las tempranas lluvias de la primavera”, escribe desde un país del hemisferio norte.
“Porque los retoños brotan en los árboles y las flores en los jardines. Porque los días se vuelven largos, el sol nace temprano y se pone tarde –añade-. Porque semejante alegría y júbilo externo de la Naturaleza es el mejor acompañante de nuestra devoción a Aquella que es la Rosa Mística y Casa de Dios”.
¿Pero y si el mes de mayo trae cada día un rayo, como dice el refrán? “Aun así,
nadie puede negar que al menos sea el mes de la promesa y de la esperanza –responde el eclesiástico inglés-. Aunque el tiempo sea malo, es el mes que inicia y preludia el verano”.
“Mayo es el mes, si no de la consumación, al menos de la promesa, ¿no es este el sentido en el que más propiamente recordamos a la Santísima Virgen María, a quien dedicamos el mes?”, plantea en su obra, publicada en 1893.
Además, en algunos países durante el mes de mayo se celebra el Día de la Madre, y el recuerdo y los obsequios se elevan muchas veces también a la del cielo.
Para muchos, mayo es el mes más bello como María es la mujer más bella, el mes más florido que conduce el corazón hasta ella, Palabra hecha flor.
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SOLEMNIDADES Y
FIESTAS EN EL MES DE MAYO
8 MAYO, 2016 (movible)
¡Es el momento en el que Jesús regresó al Cielo
con su Padre, después de haber cumplido su misión en la tierra¡
En el Evangelio de San Lucas 24, 50-53 se narra como, después de dar las últimas instrucciones a los Apóstoles, los llevó cerca de Betania y mientras los bendecía, alzando las manos, subió al Cielo. Los Apóstoles lo vieron alejarse hasta que desapareció en una nube.
Con su Ascensión al Cielo, Jesús nos abre las puertas para que podamos seguirle. La Ascensión es para todos los cristianos un símbolo de esperanza, pues sabemos que Cristo está sentado a la derecha del Padre, intercediendo por nosotros y que un día podremos llegar con Él a gozar de la felicidad eterna. Por esto, celebramos la fiesta con una Misa solemne. Durante la celebración de la Misa, puede haber una procesión solemne, con incienso. El crucifijo se adorna de blanco, se llevan luces y flores.
¿Qué nos enseña la Ascensión?
Debemos luchar por ser perfectos y buenos para poder ir al Cielo con Jesús. Él vivió como todos nosotros su proyecto y lo fue perfeccionando día a día. Su proyecto no terminó con la Muerte, sino que siguió con su Resurrección y su Ascensión.
Con la Ascensión, Jesús alcanza la meta final y es exaltado; se hace Señor y primogénito de sus hermanos. La plenitud sólo se alcanza al final y es un don de Dios.
Jesús ha ascendido al Cielo y nos espera en la meta. Nosotros debemos trabajar para cumplir con nuestra misión en la tierra. Hay que vivir como Él, amar como Él, buscar el Reino de Dios.
Debemos anunciar el Evangelio con la palabra y con la vida.
Meditación sobre la Ascensión del Señor: El cielo es tuyo ¿Subes o te quedas?
En el Evangelio de San Lucas 24, 50-53 se narra como, después de dar las últimas instrucciones a los Apóstoles, los llevó cerca de Betania y mientras los bendecía, alzando las manos, subió al Cielo. Los Apóstoles lo vieron alejarse hasta que desapareció en una nube.
Con su Ascensión al Cielo, Jesús nos abre las puertas para que podamos seguirle. La Ascensión es para todos los cristianos un símbolo de esperanza, pues sabemos que Cristo está sentado a la derecha del Padre, intercediendo por nosotros y que un día podremos llegar con Él a gozar de la felicidad eterna. Por esto, celebramos la fiesta con una Misa solemne. Durante la celebración de la Misa, puede haber una procesión solemne, con incienso. El crucifijo se adorna de blanco, se llevan luces y flores.
¿Qué nos enseña la Ascensión?
Debemos luchar por ser perfectos y buenos para poder ir al Cielo con Jesús. Él vivió como todos nosotros su proyecto y lo fue perfeccionando día a día. Su proyecto no terminó con la Muerte, sino que siguió con su Resurrección y su Ascensión.
Con la Ascensión, Jesús alcanza la meta final y es exaltado; se hace Señor y primogénito de sus hermanos. La plenitud sólo se alcanza al final y es un don de Dios.
Jesús ha ascendido al Cielo y nos espera en la meta. Nosotros debemos trabajar para cumplir con nuestra misión en la tierra. Hay que vivir como Él, amar como Él, buscar el Reino de Dios.
Debemos anunciar el Evangelio con la palabra y con la vida.
Meditación sobre la Ascensión del Señor: El cielo es tuyo ¿Subes o te quedas?
Especial de Pentecostés -
Inicio de la
Iglesia Católica, fiesta que se celebra 50 días después de la Pascua, 15 de
mayo de 2016
Origen de la fiesta
Los judíos celebraban una
fiesta para dar gracias por las cosechas, 50 días después de la pascua. De ahí
viene el nombre de Pentecostés. Luego, el sentido de la celebración cambió por
el dar gracias por la Ley entregada a Moisés.
En esta fiesta recordaban
el día en que Moisés subió al Monte Sinaí y recibió las tablas de la Ley y le
enseñó al pueblo de Israel lo que Dios quería de ellos. Celebraban así, la
alianza del Antiguo Testamento que el pueblo estableció con Dios: ellos se
comprometieron a vivir según sus mandamientos y Dios se comprometió a estar con
ellos siempre.
La gente venía de muchos
lugares al Templo de Jerusalén, a celebrar la fiesta de Pentecostés.
En el marco de esta
fiesta judía es donde surge nuestra fiesta cristiana de Pentecostés.
La Promesa del Espíritu
Santo
Durante la Última Cena,
Jesús les promete a sus apóstoles: “Mi Padre os dará otro Abogado, que
estará con vosotros para siempre: el espíritu de Verdad” (San Juan 14,
16-17).
Más adelante les dice: “Les
he dicho estas cosas mientras estoy con ustedes; pero el Abogado, El Espíritu
Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése les enseñará todo y traerá a la
memoria todo lo que yo les he dicho.” (San Juan 14, 25-26).
Al terminar la cena, les
vuelve a hacer la misma promesa: “Les conviene que yo me vaya, pues al
irme vendrá el Abogado,... muchas cosas tengo todavía que decirles, pero no se
las diré ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de Verdad, os guiará hasta la
verdad completa,... y os comunicará las cosas que están por venir” (San
Juan 16, 7-14).
En el calendario del Año
Litúrgico, después de la fiesta de la Ascensión, a los cincuenta días de la
Resurrección de Jesús, celebramos la fiesta de Pentecostés.
Explicación de la fiesta:
Después de la Ascensión
de Jesús, se encontraban reunidos los apóstoles con la Madre de Jesús. Era el
día de la fiesta de Pentecostés. Tenían miedo de salir a predicar.
Repentinamente, se escuchó un fuerte viento y pequeñas lenguas de fuego se
posaron sobre cada uno de ellos.
Quedaron llenos del
Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas desconocidas.
En esos días, había
muchos extranjeros y visitantes en Jerusalén, que venían de todas partes del
mundo a celebrar la fiesta de Pentecostés judía. Cada uno oía hablar a los
apóstoles en su propio idioma y entendían a la perfección lo que ellos
hablaban.
Todos ellos, desde ese
día, ya no tuvieron miedo y salieron a predicar a todo el mundo las enseñanzas
de Jesús. El Espíritu Santo les dio fuerzas para la gran misión que tenían que
cumplir: Llevar la palabra de Jesús a todas las naciones, y bautizar a todos
los hombres en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es este día
cuando comenzó a existir la Iglesia como tal.
¿Quién es el Espírtu
Santo?
El Espíritu Santo es
Dios, es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia nos enseña que
el Espíritu Santo es el amor que existe entre el Padre y el Hijo. Este amor es
tan grande y tan perfecto que forma una tercera persona. El Espíritu Santo
llena nuestras almas en el Bautismo y después, de manera perfecta, en la
Confirmación. Con el amor divino de Dios dentro de nosotros, somos capaces de
amar a Dios y al prójimo. El Espíritu Santo nos ayuda a cumplir nuestro
compromiso de vida con Jesús.
Señales
del Espíritu Santo:
El viento, el
fuego, la paloma.
Estos símbolos nos
revelan los poderes que el Espíritu Santo nos da: El viento es una fuerza
invisible pero real. Así es el Espíritu Santo. El fuego es un elemento que
limpia. Por ejemplo, se prende fuego al terreno para quitarle las malas hierbas
y poder sembrar buenas semillas. En los laboratorios médicos para purificar a
los instrumentos se les prende fuego.
El Espíritu Santo es una
fuerza invisible y poderosa que habita en nosotros y nos purifica de nuestro
egoísmo para dejar paso al amor.
Nombres del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo ha
recibido varios nombres a lo largo del nuevo Testamento: el Espíritu de verdad,
el Abogado, el Paráclito, el Consolador, el Santificador. Misión del Espíritu
Santo:
• El Espíritu Santo es santificador: Para que el Espíritu
Santo logre cumplir con su función, necesitamos entregarnos totalmente a Él y
dejarnos conducir dócilmente por sus inspiraciones para que pueda
perfeccionarnos y crecer todos los días en la santidad.
• El Espíritu Santo mora en nosotros: En San Juan 14, 16,
encontramos la siguiente frase: “Yo rogaré al Padre y les dará otro abogado que
estará con ustedes para siempre”. También, en I Corintios 3. 16 dice: “¿No
saben que son templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en ustedes?”. Es
por esta razón que debemos respetar nuestro cuerpo y nuestra alma. Está en
nosotros para obrar porque es “dador de vida” y es el amor. Esta aceptación
está condicionada a nuestra aceptación y libre colaboración. Si nos entregamos
a su acción amorosa y santificadora, hará maravillas en nosotros.
• El Espíritu Santo ora en nosotros: Necesitamos de un gran
silencio interior y de una profunda pobreza espiritual para pedir que ore en
nosotros el Espíritu Santo. Dejar que Dios ore en nosotros siendo dóciles al
Espíritu. Dios interviene para bien de los que le aman.
• El Espíritu Santo nos lleva a la verdad plena, nos
fortalece para que podamos ser testigos del Señor, nos muestra la maravillosa
riqueza del mensaje cristiano, nos llena de amor, de paz, de gozo, de fe y de
creciente esperanza.
El Espíritu Santo y la
Iglesia:
Desde la fundación de la
Iglesia el día de Pentecostés, el Espíritu Santo es quien la construye, anima y
santifica, le da vida y unidad y la enriquece con sus dones.
• El Espíritu Santo sigue trabajando en la Iglesia de muchas
maneras distintas, inspirando, motivando e impulsando a los cristianos, en
forma individual o como Iglesia entera, al proclamar la Buena Nueva de Jesús.
Por ejemplo, puede
inspirar al Papa a dar un mensaje importante a la humanidad; inspirar al obispo
de una diócesis para promover un apostolado; etc.
• El Espíritu Santo asiste especialmente al representante de
Cristo en la Tierra, el Papa, para que guíe rectamente a la Iglesia y cumpla su
labor de pastor del rebaño de Jesucristo.
• El Espíritu Santo construye, santifica y da vida y unidad a
la Iglesia.
• El Espíritu Santo tiene el poder de animarnos y
santificarnos y lograr en nosotros actos que, por nosotros, no realizaríamos. Esto
lo hace a través de sus siete dones.
Los
siete dones del Espíritu Santo:
Estos dones son regalos
de Dios y sólo con nuestro esfuerzo no podemos hacer que crezcan o se
desarrollen. Necesitan de la acción directa del Espíritu Santo para poder
actuar con ellos.
• SABIDURÍA: Nos permite entender, experimentar y saborear
las cosas divinas, para poder juzgarlas rectamente.
• ENTENDIMIENTO: Por él, nuestra inteligencia se hace apta
para entender intuitivamente las verdades reveladas y las naturales de acuerdo al
fin sobrenatural que tienen. Nos ayuda a entender el por qué de las cosas que
nos manda Dios.
• CIENCIA: Hace capaz a nuestra inteligencia de juzgar
rectamente las cosas creadas de acuerdo con su fin sobrenatural. Nos ayuda a
pensar bien y a entender con fe las cosas del mundo.
• CONSEJO: Permite que el alma intuya rectamente lo que debe
de hacer en una circunstancia determinada. Nos ayuda a ser buenos consejeros de
los demás, guiándolos por el camino del bien.
• FORTALEZA: Fortalece al alma para practicar toda clase de
virtudes heroicas con invencible confianza en superar los mayores peligros o
dificultades que puedan surgir. Nos ayuda a no caer en las tentaciones que nos
ponga el demonio.
• PIEDAD: Es un regalo que le da Dios al alma para ayudarle a
amar a Dios como Padre y a los hombres como hermanos, ayudándolos y
respetándolos.
• TEMOR DE DIOS: Le da al alma la docilidad para apartarse
del pecado por temor a disgustar a Dios que es su supremo bien. Nos ayuda a
respetar a Dios, a darle su lugar como la persona más importante y buena del
mundo, a nunca decir nada contra Él.
Oración
al Espíritu Santo
Ven Espíritu Santo, llena
los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor; envía
Señor tu Espíritu Creador y se renovará la faz de la tierra.
OH Dios, que quisiste
ilustrar los corazones de tus fieles con la luz del Espíritu Santo, concédenos
que, guiados por este mismo Espíritu, obremos rectamente y gocemos de tu
consuelo.
Por Jesucristo, nuestro
Señor
Amén.
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Volumen 24 Números 3 marzo 2016
AÑO LITURGICO
Todo católico debería estar en capacidad de poder defender aquello en lo
que cree, pero para poder defender tu fe tienes que conocerla, para ello
debe introducirse en el conocimiento de su fe por medio de la Sagrada
Escritura, la Tradición Apostólica y el Magisterio de la Iglesia
Origen del Año Litúrgico
Las fiestas cristianas han surgido paulatinamente a través de los siglos. Estas nacen de un deseo de la Iglesia Católica de profundizar en los diversos momentos de la vida de Cristo. Se comenzó con la fiesta del Domingo y la Pascua, luego se unió Pentecostés y, con el tiempo, otras más. Los misioneros, al evangelizar, fueron introduciendo las fiestas cristianas tratando de dar un sentido diferente a las fiestas paganas del pueblo en el que se encontraban. Podemos compararlo con una persona que recibe un regalo con una envoltura bonita, la cual guarda y utiliza posteriormente para envolver y dar otro regalo. La Iglesia tomó de algunas fiestas paganas las formas externas y les dio un contenido nuevo, el verdadero sentido cristiano.
La primera fiesta que se celebró fue la del Domingo. Después, con la Pascua como única fiesta anual, se decidió festejar el nacimiento de Cristo en el solsticio de invierno, día en que numerosos pueblos paganos celebraban el renacimiento del sol. En lugar de festejar al “Sol de Justicia”, se festeja al Dios Creador. Así, poco a poco, se fue conformando el Año litúrgico con una serie de fiestas solemnes, alegres, de reflexión o de penitencia.
La liturgia es la manera de celebrar nuestra fe. No solo tenemos fe y vivimos de acuerdo con ella, sino que la celebramos con acciones de culto en las que manifestamos, comunitaria y públicamente, nuestra adoración a Jesucristo, presente con nosotros en la Iglesia. Al vivir la liturgia, nos enriquecemos de los dones que proceden de la acción redentora de Dios.
La liturgia es el conjunto de signos sensibles, eficaces, de la santificación y del culto a la Iglesia. Es el conjunto de la oración pública de la Iglesia y de la celebración sacramental.
Liturgia viene del griego leitourgia, que quiere decir servicio público, generalmente ofrecido por un individuo a la comunidad.
El Concilio Vaticano II en la “Constitución sobre la Liturgia” nos dice:
“La liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella, los signos sensibles significan y cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre y así el Cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro".
La liturgia es la acción sagrada por excelencia, ninguna oración o acción humana la puede igualar por ser obra de Cristo y de toda su Iglesia y no de una persona o un grupo. Es la fuente de donde mana toda la fuerza de la Iglesia. Es la fuente primaria y necesaria de donde deben beber todos los fieles el espíritu cristiano. La liturgia invita a hacer un compromiso transformador de la vida, realizar el Reino de Dios. La Iglesia se santifica a través de ella y debe existir en la liturgia por parte de los fieles, una participación plena, consciente y activa.
Cada celebración litúrgica tiene un triple significado:
1. Recuerdo: Todo acontecimiento importante debe ser recordado. Por ejemplo, el aniversario del nacimiento de Cristo, su pasión y muerte, etc.
2. Presencia: Es Cristo quien se hace presente en las celebraciones litúrgicas concediendo gracias espirituales a todos aquellos que participan en ellas, de acuerdo a la finalidad última de la Iglesia que es salvar a todos los hombres de todos los tiempos.
3. Espera: Toda celebración litúrgica es un anuncio profético de la esperanza del establecimiento del Reino de Cristo en la tierra y de llegar un día a la patria celestial.
El Año litúrgico es el desarrollo de los misterios de la vida, muerte y resurrección de Cristo y las celebraciones de los santos que nos propone la Iglesia a lo largo del año. Es vivir y no sólo recordar la historia de la salvación. Esto se hace a través de fiestas y celebraciones. Se celebran y actualizan las etapas más importantes del plan de salvación. Es un camino de fe que nos adentra y nos invita a profundizar en el misterio de la salvación. Un camino de fe para recorrer y vivir el amor divino que nos lleva a la salvación.
Los Tiempos litúrgicos
El Año litúrgico está formado por distintos tiempos litúrgicos. Estos son tiempos en los que la Iglesia nos invita a reflexionar y a vivir de acuerdo con alguno de los misterios de la vida de Cristo. Comienza por el Adviento, luego viene la Navidad, Epifanía, Primer tiempo ordinario, Cuaresma, Semana Santa, Pascua, Tiempo Pascual, Pentecostés, Segundo tiempo ordinario y termina con la fiesta de Cristo Rey.
En cada tiempo litúrgico, el sacerdote se reviste con casulla de diferentes colores:
Blanco significa alegría y pureza. Se utiliza en el tiempo de Navidad y de Pascua
Verde significa esperanza. Se utiliza en el tiempo ordinario
Morado significa luto y penitencia. Se usa en Adviento, Cuaresma y Semana Santa
Rojo significa el fuego del Espíritu Santo y el martirio. Se utiliza en las fiestas de los santos mártires y en Pentecostés.
El Adviento es tiempo de espera para el nacimiento de Dios en el mundo. Es recordar a Cristo que nació en Belén y que vendrá nuevamente como Rey al final de los tiempos. Es un tiempo de cambio y de oración para comprometernos con Cristo y esperarlo con alegría. Es preparar el camino hacia la Navidad. Este tiempo litúrgico consta de las cuatro semanas que preceden al 25 de diciembre, abarcando los cuatro domingos de Adviento.
Al terminar el Adviento, comienza el Tiempo de Navidad, que va desde la Navidad o Nacimiento, que se celebra el 25 de diciembre y nos recuerda que Dios vino a este mundo para salvarnos.
La Epifanía se celebra cada 6 de enero y nos recuerda la manifestación pública de Dios a todos los hombres. Aquí concluye el Tiempo de Navidad.
El Primer tiempo ordinario es el que va de la fiesta de la Epifanía hasta inicio de Cuaresma. En el Primer y Segundo tiempo ordinario del Año litúrgico, no se celebra ningún aspecto concreto del misterio de Cristo. En ambos tiempos se profundizan los distintos momentos históricos de la vida de Cristo para adentrarnos en la historia de la Salvación.
La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza y se prolonga durante los cuarenta días anteriores al Triduo Pascual. Es tiempo de preparación para la Pascua o Paso del Señor. Es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. Es tiempo para la conversión del corazón.
La Semana Santa comienza con el Domingo de Ramos y termina con el Domingo de Resurrección. En el Triduo Pascual se recuerda y se vive junto con Cristo su Pasión, Muerte y Resurrección.
El Domingo de Pascua es la mayor fiesta de la Iglesia, en la que se celebra la Resurrección de Jesús. Es el triunfo definitivo del Señor sobre la muerte y primicia de nuestra resurrección.
El Tiempo de Pascua es tiempo de paz, alegría y esperanza. Dura cincuenta días, desde el Domingo de Resurrección hasta Pentecostés, que es la celebración de la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles. En esta fiesta se trata de abrir el corazón a los dones del Espíritu Santo.
Después de Pentecostés sigue el Segundo tiempo ordinario del año litúrgico que termina con la fiesta de Cristo Rey.
El eje del Año litúrgico es la Pascua. Los tiempos fuertes son el Adviento y la Cuaresma.
Durante el Adviento, Navidad y Epifanía se revive la espera gozosa del Mesías en la Encarnación. Hay una preparación para la venida del Señor al final de los tiempos: “Vino, viene y volverá”.
En la Cuaresma, se revive la marcha de Israel por el desierto y la subida de Jesús a Jerusalén. Se vive el misterio de la Muerte y Resurrección de Cristo: “Conversión y meditación de la palabra de Dios”.
En el Tiempo Pascual se vive la Pascua, Ascensión y Pentecostés en 50 días. Se celebra el gran domingo: “Ha muerto, vive, ¡Ven Señor Jesús!
En los tiempos ordinarios, la Iglesia sigue construyendo el Reino de Cristo movida por el Espíritu y alimentada por la Palabra: “El Espíritu hace de la Iglesia el cuerpo de Cristo, hoy ”.
Los cambios de fechas en algunas fiestas del Año litúrgico.
El Año litúrgico se fija a partir del ciclo lunar, es decir, no se ciñe estrictamente al año calendario. La fiesta más importante de los católicos, la Semana Santa, coincide con la fiesta de la "pascua judía" o Pesaj, misma que se realiza cuando hay luna llena. Se cree que la noche que el pueblo judío huyó de Egipto, había luna llena lo que les permitió prescindir de las lámparas para que no les descubrieran los soldados del faraón.
La Iglesia fija su Año litúrgico a partir de la luna llena que se presenta entre el mes de marzo o de abril. Por lo tanto, cuando Jesús celebró la Última Cena con sus discípulos, respetando la tradición judía de celebrar la pascua - el paso del pueblo escogido a través del Mar Rojo hacia la tierra prometida - debía de haber sido una noche de luna llena. Hecho que se repite cada Jueves Santo.
La Iglesia marca esa fecha como el centro del Año litúrgico y las demás fiestas que se relacionan con esta fecha cambian de día de celebración una o dos semanas.
Las fiestas que cambian año con año, son las siguientes:
· Miércoles de Ceniza
· Semana Santa
· La Ascensión del Señor
· Pentecostés
· Fiesta de Cristo Rey
Ahora, hay fiestas litúrgicas que nunca cambian de fecha, como por ejemplo:
· Navidad
· Epifanía
· Candelaria
· Fiesta de San Pedro y San Pablo
· La Asunción de la Virgen
· Fiesta de todos los santos
Las fiestas cristianas han surgido paulatinamente a través de los siglos. Estas nacen de un deseo de la Iglesia Católica de profundizar en los diversos momentos de la vida de Cristo. Se comenzó con la fiesta del Domingo y la Pascua, luego se unió Pentecostés y, con el tiempo, otras más. Los misioneros, al evangelizar, fueron introduciendo las fiestas cristianas tratando de dar un sentido diferente a las fiestas paganas del pueblo en el que se encontraban. Podemos compararlo con una persona que recibe un regalo con una envoltura bonita, la cual guarda y utiliza posteriormente para envolver y dar otro regalo. La Iglesia tomó de algunas fiestas paganas las formas externas y les dio un contenido nuevo, el verdadero sentido cristiano.
La primera fiesta que se celebró fue la del Domingo. Después, con la Pascua como única fiesta anual, se decidió festejar el nacimiento de Cristo en el solsticio de invierno, día en que numerosos pueblos paganos celebraban el renacimiento del sol. En lugar de festejar al “Sol de Justicia”, se festeja al Dios Creador. Así, poco a poco, se fue conformando el Año litúrgico con una serie de fiestas solemnes, alegres, de reflexión o de penitencia.
La liturgia es la manera de celebrar nuestra fe. No solo tenemos fe y vivimos de acuerdo con ella, sino que la celebramos con acciones de culto en las que manifestamos, comunitaria y públicamente, nuestra adoración a Jesucristo, presente con nosotros en la Iglesia. Al vivir la liturgia, nos enriquecemos de los dones que proceden de la acción redentora de Dios.
La liturgia es el conjunto de signos sensibles, eficaces, de la santificación y del culto a la Iglesia. Es el conjunto de la oración pública de la Iglesia y de la celebración sacramental.
Liturgia viene del griego leitourgia, que quiere decir servicio público, generalmente ofrecido por un individuo a la comunidad.
El Concilio Vaticano II en la “Constitución sobre la Liturgia” nos dice:
“La liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella, los signos sensibles significan y cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre y así el Cuerpo místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro".
La liturgia es la acción sagrada por excelencia, ninguna oración o acción humana la puede igualar por ser obra de Cristo y de toda su Iglesia y no de una persona o un grupo. Es la fuente de donde mana toda la fuerza de la Iglesia. Es la fuente primaria y necesaria de donde deben beber todos los fieles el espíritu cristiano. La liturgia invita a hacer un compromiso transformador de la vida, realizar el Reino de Dios. La Iglesia se santifica a través de ella y debe existir en la liturgia por parte de los fieles, una participación plena, consciente y activa.
Cada celebración litúrgica tiene un triple significado:
1. Recuerdo: Todo acontecimiento importante debe ser recordado. Por ejemplo, el aniversario del nacimiento de Cristo, su pasión y muerte, etc.
2. Presencia: Es Cristo quien se hace presente en las celebraciones litúrgicas concediendo gracias espirituales a todos aquellos que participan en ellas, de acuerdo a la finalidad última de la Iglesia que es salvar a todos los hombres de todos los tiempos.
3. Espera: Toda celebración litúrgica es un anuncio profético de la esperanza del establecimiento del Reino de Cristo en la tierra y de llegar un día a la patria celestial.
El Año litúrgico es el desarrollo de los misterios de la vida, muerte y resurrección de Cristo y las celebraciones de los santos que nos propone la Iglesia a lo largo del año. Es vivir y no sólo recordar la historia de la salvación. Esto se hace a través de fiestas y celebraciones. Se celebran y actualizan las etapas más importantes del plan de salvación. Es un camino de fe que nos adentra y nos invita a profundizar en el misterio de la salvación. Un camino de fe para recorrer y vivir el amor divino que nos lleva a la salvación.
Los Tiempos litúrgicos
El Año litúrgico está formado por distintos tiempos litúrgicos. Estos son tiempos en los que la Iglesia nos invita a reflexionar y a vivir de acuerdo con alguno de los misterios de la vida de Cristo. Comienza por el Adviento, luego viene la Navidad, Epifanía, Primer tiempo ordinario, Cuaresma, Semana Santa, Pascua, Tiempo Pascual, Pentecostés, Segundo tiempo ordinario y termina con la fiesta de Cristo Rey.
En cada tiempo litúrgico, el sacerdote se reviste con casulla de diferentes colores:
Blanco significa alegría y pureza. Se utiliza en el tiempo de Navidad y de Pascua
Verde significa esperanza. Se utiliza en el tiempo ordinario
Morado significa luto y penitencia. Se usa en Adviento, Cuaresma y Semana Santa
Rojo significa el fuego del Espíritu Santo y el martirio. Se utiliza en las fiestas de los santos mártires y en Pentecostés.
El Adviento es tiempo de espera para el nacimiento de Dios en el mundo. Es recordar a Cristo que nació en Belén y que vendrá nuevamente como Rey al final de los tiempos. Es un tiempo de cambio y de oración para comprometernos con Cristo y esperarlo con alegría. Es preparar el camino hacia la Navidad. Este tiempo litúrgico consta de las cuatro semanas que preceden al 25 de diciembre, abarcando los cuatro domingos de Adviento.
Al terminar el Adviento, comienza el Tiempo de Navidad, que va desde la Navidad o Nacimiento, que se celebra el 25 de diciembre y nos recuerda que Dios vino a este mundo para salvarnos.
La Epifanía se celebra cada 6 de enero y nos recuerda la manifestación pública de Dios a todos los hombres. Aquí concluye el Tiempo de Navidad.
El Primer tiempo ordinario es el que va de la fiesta de la Epifanía hasta inicio de Cuaresma. En el Primer y Segundo tiempo ordinario del Año litúrgico, no se celebra ningún aspecto concreto del misterio de Cristo. En ambos tiempos se profundizan los distintos momentos históricos de la vida de Cristo para adentrarnos en la historia de la Salvación.
La Cuaresma comienza con el Miércoles de Ceniza y se prolonga durante los cuarenta días anteriores al Triduo Pascual. Es tiempo de preparación para la Pascua o Paso del Señor. Es un tiempo de oración, penitencia y ayuno. Es tiempo para la conversión del corazón.
La Semana Santa comienza con el Domingo de Ramos y termina con el Domingo de Resurrección. En el Triduo Pascual se recuerda y se vive junto con Cristo su Pasión, Muerte y Resurrección.
El Domingo de Pascua es la mayor fiesta de la Iglesia, en la que se celebra la Resurrección de Jesús. Es el triunfo definitivo del Señor sobre la muerte y primicia de nuestra resurrección.
El Tiempo de Pascua es tiempo de paz, alegría y esperanza. Dura cincuenta días, desde el Domingo de Resurrección hasta Pentecostés, que es la celebración de la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles. En esta fiesta se trata de abrir el corazón a los dones del Espíritu Santo.
Después de Pentecostés sigue el Segundo tiempo ordinario del año litúrgico que termina con la fiesta de Cristo Rey.
El eje del Año litúrgico es la Pascua. Los tiempos fuertes son el Adviento y la Cuaresma.
Durante el Adviento, Navidad y Epifanía se revive la espera gozosa del Mesías en la Encarnación. Hay una preparación para la venida del Señor al final de los tiempos: “Vino, viene y volverá”.
En la Cuaresma, se revive la marcha de Israel por el desierto y la subida de Jesús a Jerusalén. Se vive el misterio de la Muerte y Resurrección de Cristo: “Conversión y meditación de la palabra de Dios”.
En el Tiempo Pascual se vive la Pascua, Ascensión y Pentecostés en 50 días. Se celebra el gran domingo: “Ha muerto, vive, ¡Ven Señor Jesús!
En los tiempos ordinarios, la Iglesia sigue construyendo el Reino de Cristo movida por el Espíritu y alimentada por la Palabra: “El Espíritu hace de la Iglesia el cuerpo de Cristo, hoy ”.
Los cambios de fechas en algunas fiestas del Año litúrgico.
El Año litúrgico se fija a partir del ciclo lunar, es decir, no se ciñe estrictamente al año calendario. La fiesta más importante de los católicos, la Semana Santa, coincide con la fiesta de la "pascua judía" o Pesaj, misma que se realiza cuando hay luna llena. Se cree que la noche que el pueblo judío huyó de Egipto, había luna llena lo que les permitió prescindir de las lámparas para que no les descubrieran los soldados del faraón.
La Iglesia fija su Año litúrgico a partir de la luna llena que se presenta entre el mes de marzo o de abril. Por lo tanto, cuando Jesús celebró la Última Cena con sus discípulos, respetando la tradición judía de celebrar la pascua - el paso del pueblo escogido a través del Mar Rojo hacia la tierra prometida - debía de haber sido una noche de luna llena. Hecho que se repite cada Jueves Santo.
La Iglesia marca esa fecha como el centro del Año litúrgico y las demás fiestas que se relacionan con esta fecha cambian de día de celebración una o dos semanas.
Las fiestas que cambian año con año, son las siguientes:
· Miércoles de Ceniza
· Semana Santa
· La Ascensión del Señor
· Pentecostés
· Fiesta de Cristo Rey
Ahora, hay fiestas litúrgicas que nunca cambian de fecha, como por ejemplo:
· Navidad
· Epifanía
· Candelaria
· Fiesta de San Pedro y San Pablo
· La Asunción de la Virgen
· Fiesta de todos los santos

La Pascua es una fiesta que varía de año a año en relación con
nuestros calendarios, pues está basada en el calendario Judío que se guía por
la luna. El día central para calcular la Pascua y la cuaresma es el día de la
Resurrección del Señor. Para saber la fecha de la cuaresma y su inicio, el
miércoles de ceniza, debemos contar 40 días hacia atrás desde el domingo
anterior al domingo de Resurrección (domingo de ramos o de palmas). Después
del domingo de Resurrección se cuentan 40 días hasta la Ascensión (aunque la
fiesta se celebra el Domingo siguiente); una semana después de la Ascensión
se celebra Pentecostés (aunque bíblicamente ocurre a los 50 días de la
Resurrección).
¿Cómo
se calcula la Fecha de la Pascua de Resurección?
La Iglesia Católica quiso ya desde un principio,
conmemorar la muerte de Jesús el mismo día que lo relatan los evangelios. Ha
sido tradición en los judíos celebrar su pascua sirviéndose del calendario
lunar; por supuesto en la época de Jesús, la pascua se regía por los ciclos
de la luna. Partiendo de esto, el calendario de Semana Santa, se obtiene a
partir del día de la Resurrección, que es el domingo siguiente a la luna
llena del mes de Nissan (el mes de los judíos) que corresponde a los días
entre el 22 de marzo y el 25 de abril. Dicho de otra manarea, este día es el
domingo después de la primera luna llena de primavera (la primavera, por lo
general, comienza el 21 de marzo).
El Concilio de Nicea (325), aprobó esta manera de
calcular el día de la Resurrección del Señor, tomándose el cuidado de que la
pascua judía no coincidiera con la Pascua Cristiana.
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Calcular la Fechas de Semana Santa y
Principales fiestas variables durante y después de la Pascua
Principales fiestas variables durante y después de la Pascua
Año: (entre 1583 y 2499)
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Cuaresma
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Miércoles de Ceniza
Inicio de Cuaresma |
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Semana Santa:
del Domingo de Ramos al Domingo de Resurrección |
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Domingo
de Ramos (Palmas)
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Domingo de Resurrección
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Otras Fiestas durante el Tiempo de Pascua
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Ascensión
40 días después de resurrección (Jueves) |
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* Donde no sea precepto, se
celebra
el siguiente domingo |
*
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Pentecostés
50 días después de resurrección |
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Otras Fiestas después del Tiempo de
Pascua
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Santísima Trinidad
domingo posterior a Pentecostés |
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Corpus Christi
Jueves después de la Santísima Trinidad |
|
* Donde no sea
precepto, se celebra
el domingo después de la Satísima Trinidad |
*
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Ciclo Litúrgico
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Tiempo/Fiesta
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Duración
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Inicio del Año
Litúrgico
|
4 domingos
|
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25 diciembre - 6
enero
|
2 domingos
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6 enero (o
domingo entre
el 2 y el 8 de enero) |
1 día
|
|
Domingo siguiente
al 6 enero
|
1 domingo
|
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Día siguiente al
Bautismo del Señor |
5 a 9 semanas
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Miércoles de Ceniza
|
40 días
|
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Jueves Santo a Sábado Santo
|
3 días
|
|
Centro del Año Litúrgico
Domingo de Resurrección |
50 días
|
|
40 días después de Pascua
jueves o siguiente domingo |
1 día
|
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Siguiente domingo
|
1 semana
|
|
Siguiente domingo
|
1 domingo
|
|
Siguiente
jueves/domingo
|
1 día
|
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Siguiente domingo
|
21 a 25 semanas
|
|
Último Domingo
Ordinario
|
Término del Año
Litúrgico
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Volumen 24 Números 2 FEBRERO 2016

Semana Santa
20 marzo - 26 marzo
Las fechas de la Semana
Santa se determinan a partir del calendario lunar.
Así, el domingo posterior a la primera luna llena después del inicio de la
primavera en el hemisferio norte es el Domingo de Pascua (también
llamado de Gloria o de Resurrección), que puede caer entre el 22 de marzo y el
25 de abril. A partir de ahí se distribuyen el resto de fechas, que en el 2016
quedan así:
- Domingo de Ramos: 20 de marzo
- Lunes Santo: 21 de marzo
- Martes Santo: 22 de marzo
- Miércoles Santo: 23 de marzo
- Jueves Santo: 24 de marzo
- Viernes Santo: 25 de marzo
- Sábado Santo: 26 de marzo
- Domingo de Pascua: 27 de marzo
- Lunes de Pascua: 28 de marzo
- Lunes Santo: 21 de marzo
- Martes Santo: 22 de marzo
- Miércoles Santo: 23 de marzo
- Jueves Santo: 24 de marzo
- Viernes Santo: 25 de marzo
- Sábado Santo: 26 de marzo
- Domingo de Pascua: 27 de marzo
- Lunes de Pascua: 28 de marzo
La SEMANA SANTA es el
momento litúrgico más intenso de todo el año. Sin embargo, para muchos
católicos se ha convertido sólo en una ocasión de descanso y diversión. Se
olvidan de lo esencial: esta semana la debemos dedicar a la oración
y la reflexión en los misterios de la Pasión y Muerte de Jesús para aprovechar
todas las gracias que esto nos trae.
Para vivir la SEMANA SANTA, debemos darle a Dios el primer lugar y participar en toda la riqueza de las celebraciones propias de este tiempo litúrgico.
A la SEMANA SANTA se le llamaba en un principio “La Gran Semana”. Ahora se le llama Semana Santa o Semana Mayor y a sus días se les dice días santos. Esta semana comienza con el Domingo de Ramos y termina con el Domingo de Pascua.
Vivir la SEMANA SANTA es acompañar a Jesús con nuestra oración, sacrificios y el arrepentimiento de nuestros pecados. Asistir al Sacramento de la Penitencia en estos días para morir al pecado y resucitar con Cristo el día de Pascua.
Lo importante de este tiempo no es el recordar con tristeza lo que Cristo padeció, sino entender por qué murió y resucitó. Es celebrar y revivir su entrega a la muerte por amor a nosotros y el poder de su Resurrección, que es primicia de la nuestra.
La SEMANA SANTA fue la última semana de Cristo en la tierra. Su Resurrección nos recuerda que los hombres fuimos creados para vivir eternamente junto a Dios.
Para vivir la SEMANA SANTA, debemos darle a Dios el primer lugar y participar en toda la riqueza de las celebraciones propias de este tiempo litúrgico.
A la SEMANA SANTA se le llamaba en un principio “La Gran Semana”. Ahora se le llama Semana Santa o Semana Mayor y a sus días se les dice días santos. Esta semana comienza con el Domingo de Ramos y termina con el Domingo de Pascua.
Vivir la SEMANA SANTA es acompañar a Jesús con nuestra oración, sacrificios y el arrepentimiento de nuestros pecados. Asistir al Sacramento de la Penitencia en estos días para morir al pecado y resucitar con Cristo el día de Pascua.
Lo importante de este tiempo no es el recordar con tristeza lo que Cristo padeció, sino entender por qué murió y resucitó. Es celebrar y revivir su entrega a la muerte por amor a nosotros y el poder de su Resurrección, que es primicia de la nuestra.
La SEMANA SANTA fue la última semana de Cristo en la tierra. Su Resurrección nos recuerda que los hombres fuimos creados para vivir eternamente junto a Dios.
Viernes Santo:
Ese día recordamos la Pasión de Nuestro Señor: Su prisión, los interrogatorios de Herodes y Pilato; la flagelación, la coronación de espinas y la crucifixión. Lo conmemoramos con un Vía Crucis solemne y con la ceremonia de la Adoración de la Cruz
Ese día recordamos la Pasión de Nuestro Señor: Su prisión, los interrogatorios de Herodes y Pilato; la flagelación, la coronación de espinas y la crucifixión. Lo conmemoramos con un Vía Crucis solemne y con la ceremonia de la Adoración de la Cruz
Sábado Santo o Sábado de Gloria
Domingo de Resurrección o Domingo de Pascua:
Es el día más importante y más alegre para todos
nosotros, los católicos, ya que Jesús venció a la muerte y nos dio la vida.
Esto quiere decir que Cristo nos da la oportunidad de salvarnos, de entrar al
Cielo y vivir siempre felices en compañía de Dios. Pascua es el paso de la
muerte a la vida.
¿Por qué la Semana Santa cambia de fecha cada año?
En la fiesta de la Pascua, los judíos se reunían a comer cordero asado y ensaladas de hierbas amargas, recitar bendiciones y cantar salmos. Brindaban por la liberación de la esclavitud.
Jesús es el nuevo cordero pascual que nos trae la nueva liberación, del pecado y de la muerte. (Catholic.net)
COMO LLEGAR A LA PARROQUIA DE SHI PAI
Direccion de la Parroquia de Shipai :
112 台北市石牌路二段90巷20號
Telef. 02-28214737
Telef. 02-28214737
Direccion en Ingles :
Shih-Pai
Catholic Church
N0. 20 Lane 90 Shih-pai Rd. Sec. 2 Peitou
Taipei 112
N0. 20 Lane 90 Shih-pai Rd. Sec. 2 Peitou
Taipei 112
COMO LLEGAR AL COLEGIO "DOMINICAN INTERNATIONAL SCHOOL"
Dirección del Colegio:
Dominican International School (D.I.S.)
76 Tah Chih St,
Taipei 104
Tel No. 02 2533 841
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20 de marzo ------ DOMINGO DE RAMOS
Parroquia de Shi Pai
Conmemoración de la Entrada de Jesús en
Jerusalén
Procesión con los Ramos:
Eucaristía: 11.30 A.M.
Celebrante: P. PACO
CARÍN
Confesiones
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Dia 24 de marzo
: Jueves Santo
Ultima Cena del Señor
En Dominican International School – Taipei
7.30 P.M.
Celebrante: P. Miguel Angel /P. Paco
Confesiones
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Celebración
de la Pasión del Señor
En Dominican
International School
Taipei
7.30 P.M.
Celebrante: P. Miguel Angel/P.
Paco
Confesiones
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elebración
Pascual
7:30 P.M.
Dia 26 de marzo:
Sabado Santo
En Dominican International School Taipei
VIGILIA PASCUAL
Celebrante:
P. Miguel Angel y P. Paco
Horario de celebraciones
Triduo Pascual
Triduo Pascual
El Tiempo de Pascua es tiempo de paz, alegría y esperanza. Dura cincuenta días, desde el Domingo de Resurrección hasta Pentecostés, que es la celebración de la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles. En esta fiesta se trata de abrir el corazón a los dones del Espíritu Santo.
ALEGRIA!
CRISTO VIVE!
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24 horas para el Señor:
"Experimentar la misericordia de Dios"
Los
días 4
y 5 de marzo el Papa Francisco ha convocado la jornada "24 horas para el
Señor", con el deseo de que muchas personas se acerquen al
sacramento de la Reconciliación, entre ellas muchos jóvenes "quienes en
una experiencia semejante suelen reencontrar el camino para volver al Señor,
para vivir un momento de intensa oración y redescubrir el sentido de la propia
vida".
En la Bula de convocación del Jubileo de
la Misericordia, el Papa Francisco escribió: "La Cuaresma de este Año
Jubilar sea vivida con mayor intensidad, como momento fuerte para celebrar y
experimentar la misericordia de Dios (...) De nuevo ponemos convencidos en el
centro el sacramento de la Reconciliación, porque nos permite experimentar en
carne propia la grandeza de la misericordia. Será para cada penitente fuente de verdadera
paz interior.
Con
motivo del Año Jubilar de la Misericordia, el Papa Francisco ha convocado de
nuevo, 24 HORAS PARA EL SEÑOR.
Una jornada que se vivirá del 4 al 5 de marzo para :
-adorar
y rezar ante el Santísimo y
-poder
acudir al sacramento de la penitencia.
Para
ello, el Santo Padre ha pedido la apertura extraordinaria de los templos para
que los fieles puedan acudir a esta cita con el Señor. Asimismo, el día 4 de
marzo, el Sucesor de Pedro presidirá a las 17:00h. una celebración penitencial
en la basílica de San Pedro.
Como
constata el Santo Padre esta experiencia está haciendo que: Muchas personas están volviendo acercarse al
sacramento de la Reconciliación y entre ellas muchos jóvenes, quienes en una
experiencia semejante suelen reencontrar el camino para volver al Señor (MV
17).
No debemos, pues,
desaprovechar esta oportunidad que dentro del Año de la Misericordia debe tener
un relieve especial. Por ello, pido a todos los sacerdotes responsables de las
parroquias y a las comunidades de nuestra diócesis que secundemos esta
iniciativa, sintiéndonos en comunión con el Papa y con todos los cristianos
que, a lo largo de la geografía mundial, van a vivir la misma experiencia.
Para
realizar en nuestras comunidades y parroquias esta Jornada, debemos convocar en primer lugar a
celebraciones en las que oremos intensamente y redescubrir el sentido de
nuestra propia existencia (Cfr. MV 17).
La confesión, en 10 frases del Papa
Presentamos una selección de diez frases
sobre el sacramento de la Penitencia, en el contexto del Año de la
Misericordia, tomadas de las respuestas del Papa Francisco al periodista Andrea
Tornielli (El nombre de Dios es
misericordia, Ed. Planeta).

1. Me oigo decir a los confesores: Hablad, escuchad con paciencia y sobre todo
decidles a las personas que Dios las quiere bien. Y si el confesor no puede
absolver, que explique por qué, pero que dé de todos modos una bendición,
aunque sea sin absolución sacramental. El amor de Dios también existe para
quien no está en la disposición de recibir el sacramento: también ese hombre o
esa mujer, ese joven o esa chica son amados por Dios, son buscados por Dios,
están necesitados de bendición.
2. Los apóstoles y sus sucesores
—los obispos y los sacerdotes que son sus colaboradores— se convierten en
instrumentos de la misericordia de Dios. Actúan in persona Christi. Esto es muy hermoso.
3. Confesarse con un sacerdote es un
modo de poner mi vida en las manos y en el corazón de otro, que en ese momento
actúa en nombre y por cuenta de Jesús. Es una manera de ser concretos y
auténticos: estar frente a la realidad mirando a otra persona y no a uno mismo
reflejado en un espejo.

4. Es cierto que puedo hablar con el
Señor, pedirle enseguida perdón a Él, implorárselo. Y el Señor perdona, enseguida.
Pero es importante que vaya al confesionario, que me ponga a mí mismo frente a
un sacerdote que representa a Jesús, que me arrodille frente a la Madre Iglesia
llamada a distribuir la misericordia de Dios. Hay una objetividad en este
gesto, en arrodillarme frente al sacerdote, que en ese momento es el trámite de
la gracia que me llega y me cura.
5. Como confesor, incluso cuando me
he encontrado ante una puerta cerrada, siempre he buscado una fisura, una
grieta, para abrir esa puerta y poder dar el perdón, la misericordia.
6. El que se confiesa está bien que
se avergüence del pecado: la vergüenza es una gracia que hay que pedir, es un
factor bueno, positivo, porque nos hace humildes.

7. Está también la importancia del
gesto. El solo hecho de que una persona vaya al confesionario indica que ya hay
un inicio de arrepentimiento, aunque no sea consciente. Si no hubiera existido
ese movimiento inicial, la persona no hubiera ido. Que esté allí puede
evidenciar el deseo de un cambio. La palabra es importante, explicita el gesto.
Pero el propio gesto es importante.
8. ¿Qué consejos le daría a un
penitente para hacer una buena confesión? Que piense en la verdad de su vida
frente a Dios, qué siente, qué piensa. Que sepa mirarse con sinceridad a sí
mismo y a su pecado. Y que se sienta pecador, que se deje sorprender, asombrar
por Dios.
10. Hay muchas personas humildes que
confiesan sus recaídas. Lo importante, en la vida de cada hombre y de cada
mujer, no es no volver a caer jamás por el camino. Lo importante es levantarse
siempre, no quedarse en el suelo lamiéndose las heridas. El Señor de la
misericordia me perdona siempre, de manera que me ofrece la posibilidad de
volver a empezar siempre.
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El Papa Francisco abrió 8 de diciembre de 2015 la puerta santa de la basílica de San Pedro
para inaugurar el Jubileo de la Misericordia
El Papa Francisco abrió
este martes la puerta santa de la basílica de San Pedro para inaugurar el
Jubileo de la Misericordia. Un Año Santo en el que el Santo Padre invita a
«anteponer la misericordia al juicio».
Pero ¿qué es un Año Santo? ¿qué significa
ganarse una indulgencia plenaria?
Aquí está el resume en diez preguntas los principales
detalles de este año jubilar que acabará el próximo 20 de noviembre de 2016.
1. ¿Qué es un Año Santo?
El Año Santo o Jubilar es
tradicionalmente un año de perdón y reconciliación. Hasta ahora solo se han
realizado 26 celebraciones jubilares ordinarias. La última fue el Jubileo del
año 2000 convocado por san Juan Pablo II. Un jubileo extraordinario puede ser
convocado en una ocasión especial o por un evento que tiene una importancia
especial, como es el caso del Año Santo de la Misericordia.
2. ¿Cuál fue el primer
Año Santo de la historia?
El primer Año Jubilar de
la historia, con el perdón general de todos los pecados, tuvo lugar en el 1300
por iniciativa del Papa Bonifacio VIII. La idea era celebrarlo cada 50 años,
siguiendo la antigua costumbre judía, pero después se pasó a convocarlos cada
25 años para asegurar que tenga lugar una vez para cada generación.
3. ¿Qué significa una
indulgencia plenaria?
Lo esencial del jubileo
es pedir perdón a Dios y perdonar a los demás. La indulgencia que se gana al
cruzar la puerta santa limpia las huellas que dejan en el alma y en la conducta
los pecados ya perdonados en la confesión. La devuelve al estado original.
4. ¿Qué es una puerta
santa?
Cada una de las cuatro
basílicas de Roma tiene una puerta santa, que normalmente se sella desde el
interior para que no se pueda abrir. Las puertas santas sólo se abren durante
el año del Jubileo para que los peregrinos puedan entrar a través de ellas y
ganar la indulgencia plenaria vinculada al Jubileo.
El rito de la apertura de
la Puerta Santa pretende ilustrar simbólicamente que a los fieles de la Iglesia
se les ofrece un «camino extraordinario» hacia la salvación durante el tiempo
del Jubileo.
5. ¿Cuáles son las
condiciones para conseguir la indulgencia plenaria?
Los requisitos son:
peregrinación a la puerta santa, sacramentos de la confesión y Eucaristía, rezo
del Credo y una oración por el Papa.
6. ¿Es necesario
peregrinar a Roma?
No. El domingo siguiente,
cada obispo abrio la puerta santa de la catedral de su diócesis, en el primer
jubileo que permite ganar las indulgencias en miles de lugares del mundo
entero.
7. ¿Interesa solo a los
católicos?
No. El Jubileo de la
Misericordia crea una mayor sintonía espiritual con judíos y musulmanes, que
también consideran la misericordia como el primer atributo del Dios único.
8. ¿Qué pasa con los
enfermos y los presos?
Las personas enfermas o
impedidas podrán ganar la indulgencia en sus casas, y los presos –que Francisco
visita con frecuencia– cruzando la puerta de su celda.
9. ¿Qué pasa con los
pecados muy graves como el aborto?
Durante el Año Jubilar,
todos los sacerdotes podrán perdonar el pecado de aborto, reservado habitualmente
al obispo por su especial gravedad. Cometen ese pecado no solo la mujer
embarazada, sino también todas las personas –médicos, asistentes, gestores de
clínicas especializadas, etc.– que llevan a cabo materialmente ese
procedimiento o lo provocan.
10. ¿Y los pecados cuyo
perdón están reservados al Papa?
El próximo Miércoles de
Ceniza, Francisco otorgará a 800 sacerdotes «Misioneros de la Misericordia», ya
seleccionados, poder perdonar pecados reservados al Papa como la profanación de
formas eucarísticas, la absolución a cómplices en pecados sexuales, la
ordenación de obispos sin permiso, la ordenación sacerdotal inválida de mujeres
o la rotura del secreto de confesión.
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EL
MIÉRCOLES DE CENIZA del año 2016 tiene lugar el 10 DE FEBRERO. Es el comienza de LA CUARESMA. En esta fecha los
católicos tienen un día de ayuno, y se realiza la imposición de ceniza a los
fieles que asisten a Misa. En muchas parroquias, la imposición de ceniza se
hace el domingo siguiente para que todos puedan recibir la ceniza.
Por la misma razón, la Comunidad
Hispana lo recibirá el primer domingo de cuaresma.
Las cenizas se elaboran a partir de la quema de ramas de olivo del Domingo de Ramos del año anterior, siendo luego bendecidas. Estas son colocadas sobre la frente de los fieles mientras pronuncian las palabras “recuerda que polvo eres y en polvo te has de convertir”. La ceniza representa la destrucción de los errores del año anterior, al ser éstos quemados.
Las cenizas se elaboran a partir de la quema de ramas de olivo del Domingo de Ramos del año anterior, siendo luego bendecidas. Estas son colocadas sobre la frente de los fieles mientras pronuncian las palabras “recuerda que polvo eres y en polvo te has de convertir”. La ceniza representa la destrucción de los errores del año anterior, al ser éstos quemados.
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MENSAJE COMPLETO PARA CUARESMA 2016
«'Misericordia quiero y no sacrificio' (Mt 9,13).
Las obras de misericordia en el camino jubilar»
Las obras de misericordia en el camino jubilar»
En la Bula de convocación del Jubileo invité
a que «la Cuaresma de este Año Jubilar sea vivida con mayor intensidad, como
momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios»
(Misericordiae vultus, 17). Con la invitación a escuchar la Palabra de Dios y a
participar en la iniciativa «24 horas
para el Señor» quise hacer hincapié en la primacía de la escucha orante de
la Palabra, especialmente de la palabra profética. La misericordia de Dios, en
efecto, es un anuncio al mundo: pero cada cristiano está llamado a experimentar
en primera persona ese anuncio. Por eso, en el tiempo de la Cuaresma enviaré a los Misioneros de la Misericordia, a
fin de que sean para todos un signo concreto de la cercanía y del perdón de
Dios.
María, después de haber acogido la Buena
Noticia que le dirige el arcángel Gabriel, María canta proféticamente en el
Magnificat la misericordia con la que Dios la ha elegido. La Virgen de Nazaret,
prometida con José, se convierte así en el icono perfecto de la Iglesia que
evangeliza, porque fue y sigue siendo evangelizada por obra del Espíritu Santo,
que hizo fecundo su vientre virginal. En la tradición profética, en su etimología,
la misericordia está estrechamente vinculada, precisamente con las entrañas
maternas (rahamim) y con una bondad generosa, fiel y compasiva (hesed) que se
tiene en el seno de las relaciones conyugales y parentales.
2. La alianza de Dios con los hombres: una
historia de misericordia
El misterio de la misericordia divina se
revela a lo largo de la historia de la alianza entre Dios y su pueblo Israel.
Dios, en efecto, se muestra siempre rico en misericordia, dispuesto a derramar
en su pueblo, en cada circunstancia, una ternura y una compasión visceral,
especialmente en los momentos más dramáticos, cuando la infidelidad rompe el
vínculo del Pacto y es preciso ratificar la alianza de modo más estable en la
justicia y la verdad. Aquí estamos frente a un auténtico drama de amor, en el
cual Dios desempeña el papel de padre y de marido traicionado, mientras que
Israel el de hijo/hija y el de esposa infiel. Son justamente las imágenes
familiares —como en el caso de Oseas (cf. Os 1-2)— las que expresan hasta qué
punto Dios desea unirse a su pueblo.
Es éste el corazón del
kerygma apostólico, en el cual la misericordia divina ocupa un lugar central y
fundamental. Es «la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en
Jesucristo muerto y resucitado» (Exh. ap. Evangelii gaudium, 36), el primer
anuncio que «siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y siempre
hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis»
(ibíd., 164).
La Misericordia entonces
«expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una ulterior
posibilidad para examinarse, convertirse y creer» (Misericordiae vultus, 21),
restableciendo de ese modo la relación con él. Y, en Jesús crucificado, Dios
quiere alcanzar al pecador incluso en su lejanía más extrema, justamente allí
donde se perdió y se alejó de Él. Y esto lo hace con la esperanza de poder así,
finalmente, enternecer el corazón endurecido de su Esposa.
3. Las obras de misericordia
Ante este amor fuerte como la muerte (cf. Ct
8,6), el pobre más miserable es quien no acepta reconocerse como tal. Cree que
es rico, pero en realidad es el más pobre de los pobres. Esto es así porque es
esclavo del pecado, que lo empuja a utilizar la riqueza y el poder no para
servir a Dios y a los demás, sino parar sofocar dentro de sí la íntima
convicción de que tampoco él es más que un pobre mendigo. Y cuanto mayor es el
poder y la riqueza a su disposición, tanto mayor puede llegar a ser este
engañoso ofuscamiento. Llega hasta tal punto que ni siquiera ve al pobre
Lázaro, que mendiga a la puerta de su casa (cf. Lc 16,20-21), y que es figura
de Cristo que en los pobres mendiga nuestra conversión. Lázaro es la
posibilidad de conversión que Dios nos ofrece y que quizá no vemos. Y este
ofuscamiento va acompañado de un soberbio delirio de omnipotencia, en el cual
resuena siniestramente el demoníaco «seréis como Dios» (Gn 3,5) que es la raíz
de todo pecado. Ese delirio también puede asumir formas sociales y políticas,
como han mostrado los totalitarismos del siglo XX, y como muestran hoy las
ideologías del pensamiento único y de la tecnociencia, que pretenden hacer que
Dios sea irrelevante y que el hombre se reduzca a una masa para utilizar. Y
actualmente también pueden mostrarlo las estructuras de pecado vinculadas a un
modelo falso de desarrollo, basado en la idolatría del dinero, como
consecuencia del cual las personas y las sociedades más ricas se vuelven
indiferentes al destino de los pobres, a quienes cierran sus puertas, negándose
incluso a mirarlos.
La Cuaresma de este
Año Jubilar, pues, es para todos un tiempo favorable para salir por fin de
nuestra alienación existencial gracias a la escucha de la Palabra y a las obras
de misericordia. Mediante las corporales tocamos la carne de Cristo en los
hermanos y hermanas que necesitan ser nutridos,
No perdamos este tiempo de Cuaresma favorable
para la conversión. Lo pedimos por la intercesión materna de la Virgen María,
que fue la primera que, frente a la grandeza de la misericordia divina que
recibió gratuitamente, confesó su propia pequeñez (cf. Lc 1,48), reconociéndose
como la humilde esclava del Señor (cf. Lc 1,38).
Vaticano, 4 de octubre de 2015
Fiesta de San Francisco de Assis
Fiesta de San Francisco de Assis
FRANCISCUS
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LA CUARESMA: Un tiempo con características propias.
1’
La Cuaresma: · es tiempo de escucha de la
Palabra de Dios y de conversión,
· de preparación y de memoria del Bautismo,
· de reconciliación con Dios y con los hermanos,
· de recurso más frecuente a las "armas de la penitencia
cristiana":
· la oración, el ayuno y la limosna (ver Mt 6,1-6.16-18).
La Cuaresma es un tiempo privilegiado para
intensificar el camino de la propia conversión. Este camino supone cooperar con
la gracia, para dar muerte al hombre viejo que actúa en nosotros. Se trata de
romper con el pecado que habita en nuestros corazones, alejarnos de todo
aquello que nos aparta del Plan de Dios, y por consiguiente, de nuestra
felicidad y realización personal.
La Cuaresma es uno de los cuatro tiempos
fuertes del año litúrgico y ello debe verse reflejado con intensidad en cada
uno de los detalles de su celebración. Cuanto más se acentúen sus
particularidades, más fructuosamente podremos vivir toda su riqueza espiritual.
2. Sentido de la Cuaresma.
Es más bien un tiempo de preparación, y un
tiempo "fuerte", en cuanto prepara para un tiempo "más
fuerte" aún, que es la Pascua. El tiempo de Cuaresma como preparación a la
Pascua se basa en dos pilares: por una parte, la contemplación de la Pascua de
Jesús; y por otra parte, la participación personal en la Pascua del Señor a
través de la penitencia y de la celebración o preparación de los sacramentos
pascuales -bautismo, confirmación, reconciliación, eucaristía-, con los que
incorporamos nuestra vida a la Pascua del Señor Jesús.
Incorporarnos al "misterio pascual"
de Cristo supone participar en el misterio de su muerte y resurrección. No
olvidemos que el Bautismo nos configura con la muerte y resurrección del Señor.
La Cuaresma busca que esa dinámica bautismal (muerte para la vida) sea vivida
más profundamente. Se trata entonces de morir a nuestro pecado para resucitar
con Cristo a la verdadera vida: "Yo
les aseguro que si el grano de trigo.muere dará mucho fruto" (Jn 20,24).
A
estos dos aspectos hay que añadir finalmente otro matiz más eclesial: la
Cuaresma es tiempo apropiado para cuidar la catequesis y oración de los niños y
jóvenes que se preparan a la confirmación y a la primera comunión; y para que
toda la Iglesia ore por la conversión de los pecadores.
Volumen 23 Números 12 diciembre 2015
FELIZ AÑO NUEVO 2016!
Es un nuevo amanecer para el mundo y para cada corazón. Que nuestro Buen Dios nos regale la paz y la armonía y que estemos siempre agradecidos por todas sus gracias de cada momento.
Aquí está la primera parte del Mensaje de la Paz del Santo Padre donde él nos invita a conquistar la paz y no perder nuestra esperanza.
1 DE ENERO DE 2016
Vence la indiferencia y conquista la paz
1. Dios no es indiferente. A Dios le importa la humanidad, Dios no la abandona.
Al comienzo del nuevo año, quisiera acompañar con esta profunda convicción los mejores deseos de abundantes bendiciones y de paz, en el signo de la esperanza, para el futuro de cada hombre y cada mujer, de cada familia, pueblo y nación del mundo, así como para los Jefes de Estado y de Gobierno y de los Responsables de las religiones. Por tanto, no perdamos la esperanza de que 2016 nos encuentre a todos firme y confiadamente comprometidos, en realizar la justicia y trabajar por la paz en los diversos ámbitos. Sí, la paz es don de Dios y obra de los hombres. La paz es don de Dios, pero confiado a todos los hombres y a todas las mujeres, llamados a llevarlo a la práctica.
Custodiar las razones de la esperanza
2. Las guerras y los atentados terroristas, con sus trágicas consecuencias, los secuestros de personas, las persecuciones por motivos étnicos o religiosos, las prevaricaciones, han marcado de hecho el año pasado, de principio a fin, multiplicándose dolorosamente en muchas regiones del mundo, hasta asumir las formas de la que podría llamar una «tercera guerra mundial en fases». Pero algunos acontecimientos de los años pasados y del año apenas concluido me invitan, en la perspectiva del nuevo año, a renovar la exhortación a no perder la esperanza en la capacidad del hombre de superar el mal, con la gracia de Dios, y a no caer en la resignación y en la indiferencia. Los acontecimientos a los que me refiero representan la capacidad de la humanidad de actuar con solidaridad, más allá de los intereses individualistas, de la apatía y de la indiferencia ante las situaciones críticas.
Quisiera recordar entre dichos acontecimientos el esfuerzo realizado para favorecer el encuentro de los líderes mundiales en el ámbito de la COP 21, con la finalidad de buscar nuevas vías para afrontar los cambios climáticos y proteger el bienestar de la Tierra, nuestra casa común. Esto nos remite a dos eventos precedentes de carácter global: La Conferencia Mundial de Addis Abeba para recoger fondos con el objetivo de un desarrollo sostenible del mundo, y la adopción por parte de las Naciones Unidas de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, con el objetivo de asegurar para ese año una existencia más digna para todos, sobre todo para las poblaciones pobres del planeta.
El año 2015 ha sido también especial para la Iglesia, al haberse celebrado el 50 aniversario de la publicación de dos documentos del Concilio Vaticano II que expresan de modo muy elocuente el sentido de solidaridad de la Iglesia con el mundo. El papa Juan XXIII, al inicio del Concilio, quiso abrir de par en par las ventanas de la Iglesia para que fuese más abierta la comunicación entre ella y el mundo. Los dos documentos, Nostra aetate y Gaudium et spes, son expresiones emblemáticas de la nueva relación de diálogo, solidaridad y acompañamiento que la Iglesia pretendía introducir en la humanidad. En la Declaración Nostra aetate, la Iglesia ha sido llamada a abrirse al diálogo con las expresiones religiosas no cristianas. En la Constitución pastoral Gaudium et spes, desde el momento que «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo»[1], la Iglesia deseaba instaurar un diálogo con la familia humana sobre los problemas del mundo, como signo de solidaridad y de respetuoso afecto[2].
Santa María, Madre de Dios
La Iglesia Católica quiere comenzar el año pidiendo la protección de la Santísima Virgen María. La fiesta mariana más antigua que se conoce en Occidente es la de "María Madre de Dios". Ya en las Catacumbas o antiquísimos subterráneos que están cavados debajo de la ciudad de Roma y donde se reunían los primeros cristianos para celebrar la Misa, en tiempos de las persecuciones, hay pinturas con este nombre: "María, Madre de Dios".
Si nosotros hubiéramos podido formar a nuestra madre, ¿qué cualidades no le habríamos dado? Pues Cristo, que es Dios, sí formó a su propia madre. Y ya podemos imaginar que la dotó de las mejores cualidades que una criatura humana puede tener.
Pero, ¿es que Dios ha tenido principio? No. Dios nunca tuvo principio, y la Virgen no formó a Dios. Pero Ella es Madre de uno que es Dios, y por eso es Madre de Dios.
Y qué hermoso repetir lo que decía San Estanislao: "La Madre de Dios es también madre mía". Quien nos dio a su Madre santísima como madre nuestra, en la cruz al decir al discípulo que nos representaba a nosotros: "He ahí a tu madre", ¿será capaz de negarnos algún favor si se lo pedimos en nombre de la Madre Santísima?
Al saber que nuestra Madre Celestial es también Madre de Dios, sentimos brotar en nuestro corazón una gran confianza hacia Ella.
Cuando en el año 431 el hereje Nestorio se atrevió a decir que María no era Madre de Dios, se reunieron los 200 obispos del mundo en Éfeso (la ciudad donde la Santísima Virgen pasó sus últimos años) e iluminados por el Espíritu Santo declararon: "La Virgen María sí es Madre de Dios porque su Hijo, Cristo, es Dios". Y acompañados por todo el gentío de la ciudad que los rodeaba portando antorchas encendidas, hicieron una gran procesión cantando: "Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén".
El título "Madre de Dios" es el principal y el más importante de la Virgen María, y de él dependen todos los demás títulos y cualidades y privilegios que Ella tiene.
Los santos muy antiguos dicen que en Oriente y Occidente, el nombre más generalizado con el que los cristianos llamaban a la Virgen era el de "María, Madre de Dios".
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10 de enero = SOLEMNIDAD DEL BAUTISMO DEL SEÑOR
10 de enero = SOLEMNIDAD DEL BAUTISMO DEL SEÑOR
La festividad del Bautismo del Señor, fiesta que se celebra el domingo siguiente a la Epifanía y con la que se cierra el Tiempo de Navidad, comenzando el Tiempo Ordinario, en que meditamos a Cristo, Salvador del mundo.
El bautismo en el Jordán fue para Jesús dejar la vida silenciosa de Nazaret y el comienzo de su misión mesiánica. Isaías habla del elegido que promoverá el derecho y la justicia, curará y librará. El "elegido" fue investido como Mesías en las aguas del Jordán donde se escuchó la palabra del Padre.
En muy poco tiempo la liturgia nos hace pasar de la cuna a la madurez.
Cristo estuvo preparándose para su misión durante 30 años, una misión que consistió en hacer cercano al hombre el Reino de Dios.
A lo largo de esos años Jesús fue descubriendo su identidad. Para descubrirlo, Jesús siente una llamada especial, es lo que hoy recordamos en la fiesta de su Bautismo.
La fiesta del Bautismo del Señor nos lleva al inicio de las cosas, a la génesis misma del mundo. Así como en el principio el Espíritu se cernía sobre la superficie de las aguas, en la escena que hoy contemplamos, el que va a ser Redentor de la humanidad brota de las aguas esenciales y es señalado por el Espíritu eterno como Salvador.
Jesús está a punto de iniciar su misión y busca a Juan Bautista, que predicaba junto al Jordán. El evangelio asegura que Juan se veía como un siervo del Mesías, anunciador de su llegada. Él decía no ser digno de desatarle las sandalias.
Jesús, pues, se acerca a Juan. Quiere ser bautizado. Es claro que no viene por un bautismo de regeneración, sino que quiere inaugurar su tarea.
El Padre de los cielos convierte la escena en una escuela personal para Jesús. Él nació de las entrañas de María. Ahora, al salir del agua, oye al Padre Dios decirle: “Tú eres mi Hijo muy querido”. Igual que su Madre le presentó a los pastores y a los magos del Oriente para que le adoraran, el Padre quiere empezar a presentarle ante el mundo, señalándolo como su “predilecto”. Por fin, igual que la estrella le distinguió entre la multitud, Jesús ve cómo el Espíritu Santo le reconoce entre la muchedumbre y, así como la paloma va derecho al lugar de su origen, viene a él para habitar en él. El Espíritu sabe que Jesús es su hogar perpetuo.
El Bautismo del Señor, además, inaugura el anuncio del Reino del Padre y constata que Jesús inicia la nueva creación. El Señor aparece ante nuestros ojos, finalmente, como nuevo Moisés que, rescatado de las aguas, inició el proceso que culminaría con la ruptura de las cadenas de esclavitud que ataban de pies y manos a sus hermanos.
Finalmente, nosotros confesamos que Dios nos hizo sus hijos en la fuente bautismal. Esta es nuestra fe: Cristo, que asumió nuestra carne y sangre, santifica las aguas comunicándoles fuerza redentora que se nos transmite en el bautismo. La acción salvífica de Dios actúa en su Hijo predilecto, Jesús, que sintetiza todo: el Espíritu, el agua y la sangre. Jesús como Dios que es, habiendo iniciado las cosas en las aguas primordiales, las restaura en las aguas bautismales.
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Volumen 23 Números 11 noviembre 2015
Feliz y Santa Navidad |
LA NAVIDAD
La Iglesia en su misión de ir por el mundo llevando la Buena Nueva ha querido dedicar un tiempo a profundizar, contemplar y asimilar el Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios; a este tiempo lo conocemos como Navidad. Cerca de la antigua fiesta judía de las luces y buscando dar un sentido cristiano a las celebraciones paganas del solsticio de invierno, la Iglesia aprovechó el momento para celebrar la Navidad.
En este tiempo los cristianos por medio del Adviento se preparan para recibir a Cristo,"luz del mundo" (Jn 8, 12) en sus almas, rectificando sus vidas y renovando el compromiso de seguirlo. Durante el Tiempo de Navidad al igual que en el Triduo Pascual de la semana Santa celebramos la redención del hombre gracias a la presencia y entrega de Dios; pero a diferencia del Triduo Pascual en el que recordamos la pasión y muerte del Salvador, en la Navidad recordamos que Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros.Así como el sol despeja las tinieblas durante el alba, la presencia de Cristo irrumpe en las tinieblas del pecado, el mundo, el demonio y de la carne para mostrarnos el camino a seguir. Con su luz nos muestra la verdad de nuestra existencia. Cristo mismo es la vida que renueva la naturaleza caída del hombre y de la naturaleza. La Navidad celebra esa presencia renovadora de Cristo que viene a salvar al mundo.La Iglesia en su papel de madre y maestra por medio de una serie de fiestas busca concientizar al hombre de este hecho tan importante para la salvación de sus hijos. Por ello, es necesario que todos los feligreses vivamos con recto sentido la riqueza de la vivencia real y profunda de la Navidad.Por último, es necesario recordar que durante la Navidad celebramos en tres días consecutivos, 26, 27 y 28 de diciembre, tres fiestas que nos hacen presente la entrega total al Señor :San Esteban, mártir que representa a aquellos que murieron por Cristo voluntariamente.San Juan Evangelista, que representa aquellos que estuvieron dispuestos a morir por Cristo pero no los mataron. San Juan fue el único Apóstol que se arriesgó a estar con La Virgen al pie de la cruz.Los Santos Inocentes que representan a aquellos que murieron por Cristo sin saberlo.
La Bula ''Misericordiae Vultus'' (el Rostro de la
Misericordia)
E jubileo
se abrirá en la Fiesta de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre de 2015 y
finalizará en la fiesta de Cristo Rey el 20 de noviembre 2016.
El Papa explica en la Bula su “deseo ardiente” que,
durante el Jubileo,
“que el pueblo cristiano pueda
reflexionar sobre las obras corporales y
espirituales de misericordia. Será una manera de despertar nuestra
conciencia, demasiado a menudo sorda frente a la pobreza”.
En el principio, el Papa subrayó la apertura de la Puerta
Santa de la Basílica Vaticana el 8 de diciembre por dos razones:
Primero, porque la fecha coincide con la solemnidad de la Inmaculada
Concepción de María, a quien quiso Dios “santa e inmaculada en el amor
para no dejar a la humanidad solo y a merced del mal”.
En segundo lugar, el 8 de diciembre, coincide con el 50 aniversario de la conclusión del Concilio Vaticano II que provocó la caída “de los muros que durante demasiado tiempo habían cerrado la iglesia en una privilegiada ciudadela”, dando lugar a “proclamar el Evangelio de una manera nueva usando – como decía Juan XXIII – la medicina de la misericordia en lugar de asumir las armas del rigor”.
En segundo lugar, el 8 de diciembre, coincide con el 50 aniversario de la conclusión del Concilio Vaticano II que provocó la caída “de los muros que durante demasiado tiempo habían cerrado la iglesia en una privilegiada ciudadela”, dando lugar a “proclamar el Evangelio de una manera nueva usando – como decía Juan XXIII – la medicina de la misericordia en lugar de asumir las armas del rigor”.
Jesucristo es el rostro de
la misericordia del Padre. El misterio de la fe cristiana parece encontrar su
síntesis en esta palabra. Ella se ha vuelto viva, visible y ha alcanzado su
culmen en Jesús de Nazaret. El Padre, « rico en
misericordia » (Ef 2,4), después de
haber revelado su nombre a Moisés como « Dios compasivo
y misericordioso, lento a la ira, y pródigo en amor y fidelidad » (Ex 34,6) no ha
cesado de dar a conocer en varios modos y en tantos momentos de la historia su
naturaleza divina. En la « plenitud del tiempo » (Gal4,4), cuando
todo estaba dispuesto según su plan de salvación, Él envió a su Hijo nacido de
la Virgen María para revelarnos de manera definitiva su amor. Quien lo ve a Él
ve al Padre (cfr Jn 14,9). Jesús de Nazaret con su palabra, con sus gestos y con toda su
persona revela la misericordia de
Dios.
Siempre tenemos necesidad de
contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y
de paz. Es condición para nuestra salvación. Misericordia: es la palabra que
revela el misterio de la Santísima Trinidad. Misericordia: es el acto último y
supremo con el cual Dios viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley
fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos
sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida. Misericordia: es la
vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados
para siempre no obstante el límite de nuestro pecado.
En la
fiesta de la Inmaculada Concepción tendré – dijo el Papa - la alegría de abrir
la Puerta Santa. En esta ocasión será una Puerta
de la Misericordia, a través de la cual cualquiera que entrará podrá
experimentar el amor de Dios que consuela, que perdona y ofrece esperanza.
El domingo siguiente, III de
Adviento, se abrirá la Puerta Santa en la Catedral de Roma, la Basílica de San
Juan de Letrán. Sucesivamente se abrirá la Puerta Santa en las otras Basílicas
Papales. Para el mismo domingo establezco que en cada Iglesia particular, en la
Catedral que es la Iglesia Madre para todos los fieles, o en la Concatedral o
en una iglesia de significado especial se abra por todo el Año Santo una idéntica Puerta de la Misericordia. A
juicio del Ordinario, ella podrá ser abierta también en los Santuarios, meta de
tantos peregrinos que en estos lugares santos con frecuencia son tocados en el
corazón por la gracia y encuentran el camino de la conversión. Cada Iglesia
particular, entonces, estará directamente comprometida a vivir este Año Santo
como un momento extraordinario de gracia y de renovación espiritual. El
Jubileo, por tanto, será celebrado en Roma así como en las Iglesias
particulares como signo visible de la comunión de toda la Iglesia.
Señor Jesucriso, tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él. Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación. Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero; a la adúltera y a la Magdalena del buscar la felicidad solamente en una creatura; hizo llorar a Pedro luego de la traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido. Haz que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la samaritana: ¡Si conocieras el don de Dios! Tú eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso. Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de debilidad para que sientan sincera compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en el error: haz que quien se acerque a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios. Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que el Jubileo de la Misericordia sea un año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos y restituir la vista a los ciegos. Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia, a ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén. |
Volumen 23 Números 10 octubre 2015
Cristo Rey del Universo |
||
Último domingo del año litúrgico
|
Cristo Rey del Universo
|
Fue el Papa Pio XI, el 11 de diciembre de 1925, quien instituyó esta
solemnidad que cierra el tiempo ordinario. Su propósito es recordar la
soberanía universal de Jesucristo. Es una verdad que siempre la Iglesia ha
profesado y por la que todo fiel está dispuesto a morir.
Cristo es rey del universo porque es Dios. El
Padre lo puso todo en sus manos y debemos obedecerle en todo. No es justo
apelar al amor como pretexto para ser laxo en la obediencia a Dios. En nuestra
relación con Dios, la obediencia y el amor son inseparables.
El que tiene mis
mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de
mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.» -Juan 14,21
Nadie y ninguna ley está por encima de Dios. El Pontífice León XIII enseñaba en
la "Inmortale Dei" la
obligación de los Estados en rendir culto público a Dios, homenajeando su
soberanía universal.
Diferente a los hombres, Dios ejerce siempre su
autoridad para el bien. Quien confía en Dios, quien conoce su amor no dejará de
obedecerle en todo, aunque no comprenda las razones de Dios. (Catholic.net)
En la Solemnidad de CRISTO REY nos recuerda que
el reinado de Dios consiste en que Jesús
reina, no desde un trono de gloria y poder, sino desde el amor de la cruz, que
no es de gloria, poder y majestad, sino de servicio, amor y entrega total, para
rescatar al ser humano del mal, del pecado y de la muerte….
Cristo es rey del universo porque es Dios. El Padre lo puso todo en sus manos y debemos obedecerle en todo. No es justo apelar al amor como pretexto para ser laxo en la obediencia a Dios. En nuestra relación con Dios, la obediencia y el amor son inseparables.
El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.» -Juan 14,21
Nadie y ninguna ley está por encima de Dios. El Pontífice León XIII enseñaba en la "Inmortale Dei" la obligación de los Estados en rendir culto público a Dios, homenajeando su soberanía universal.
Diferente a los hombres, Dios ejerce siempre su autoridad para el bien. Quien confía en Dios, quien conoce su amor no dejará de obedecerle en todo, aunque no comprenda las razones de Dios. (Catholic.net)
29 noviembre, 2015 |
El adviento es el primer periodo del año litúrgico cristiano, que consiste en un tiempo de preparación para el nacimiento de Cristo. Su duración puede variar de 21 a 28 días, dado que se celebran los cuatro domingos más próximos a la festividad de Navidad. Los fieles lo consideran un tiempo de reflexión y de perdón.
Durante el adviento, se coloca en las iglesias y también en algunos hogares una corona de ramas de pino, llamada corona de adviento, con cuatro velas, una por cada domingo de adviento. Hay una pequeña tradición de adviento: a cada una de esas cuatro velas se le asigna una virtud que hay que mejorar en esa semana, por ejemplo: la primera, el amor; la segunda, la paz; la tercera, la tolerancia y la cuarta, la fe.
Volumen 23 Números 9 Septiembre 2015
Mes del Santo Rosario |
Origen e historia de esta devoción:
En la antigüedad, los romanos y los griegos solían
coronar con rosas a las estatuas que representaban a sus dioses, como símbolo
del ofrecimiento de sus corazones. La palabra “rosario” significa "corona de
rosas".
Siguiendo esta tradición, las mujeres cristianas
que eran llevadas al martirio por los romanos, marchaban por el Coliseo
vestidas con sus ropas más vistosas y con sus cabezas adornadas de coronas de
rosas, como símbolo de alegría y de la entrega de sus corazones al ir al
encuentro de Dios. Por la noche, los cristianos recogían sus coronas y por cada
rosa, recitaban una oración o un salmo por el eterno descanso del alma de las
mártires.
La Iglesia recomendó entonces rezar el rosario, el
cual consistía en recitar los 150 salmos de David, pues era considerada una
oración sumamente agradable a Dios y fuente de innumerables gracias para
aquellos que la rezaran. Sin embargo, esta recomendación sólo la seguían las
personas cultas y letradas pero no la mayoría de los cristianos. Por esto, la
Iglesia sugirió que aquellos que no supieran leer, suplantaran los 150 salmos
por 150 Avemarías, divididas en quince decenas. A este “rosario corto” se le
llamó “el salterio de la Virgen”.
Cuenta la Historia que un día, a finales del siglo
XII, Santo Domingo de Guzmán quien sufría mucho al ver que la
gravedad de los pecados de la gente estaba impidiendo la conversión de los albigenses,
decidió ir al bosque a rezar. Estuvo en oración tres días y tres noches
haciendo penitencia y flagelándose hasta perder el sentido. En este momento, se
le apareció la Virgen con tres ángeles y le dijo que la mejor arma para
convertir a las almas duras no era la flagelación, sino el rezo de su salterio.
Santo Domingo se dirigió en ese mismo momento a la
catedral de Toulouse, sonaron las campanas y la gente se reunió para
escucharlo. Cuando iba a empezar a hablar, se soltó una tormenta con rayos y viento
muy fuerte que hizo que la gente se asustara. Todos los presentes pudieron ver
que la imagen de la Virgen que estaba en la catedral alzaba tres veces los
brazos hacia el Cielo. Santo Domingo empezó a rezar el salterio de la Virgen y
la tormenta se terminó.
En otra ocasión, Santo Domingo tenía que dar un
sermón en la Iglesia de Notre Dame en París con motivo de la fiesta de San Juan
y, antes de hacerlo, rezó el Rosario. La Virgen se le apareció y le dijo que su
sermón estaba bien, pero que mejor lo cambiara y le entregó un libro con
imágenes, en el cual le explicaba lo mucho que gustaba a Dios el rosario de
Avemarías porque le recordaba ciento cincuenta veces el momento en que la
humanidad, representada por María, había aceptado a su Hijo como Salvador.
Santo Domingo cambió su homilía y habló de la
devoción del Rosario y la gente comenzó a rezarlo con devoción, a vivir
cristianamente y a dejar atrás sus malos hábitos.
Santo Domingo murió en 1221, después de una vida
en la que se dedicó a predicar y hacer popular la devoción del Rosario entre
las gentes de todas las clases sociales para el sufragio de las almas del
Purgatorio, para el triunfo sobre el mal y prosperidad de la Santa Madre de la
Iglesia. (Catholic.net/celebraciones/añoliturgico)
Volumen 23 Números 8 agosto 2015
8 DE SEPTIEMBRE: NATIVIDAD DE LA VIRGEN
Esta fiesta mariana tiene su origen en la dedicación de una iglesia en Jerusalén, pues la piedad cristiana siempre ha venerado a las personas y acontecimientos que han preparado el nacimiento de Jesús. María ocupa un lugar privilegiado, y su nacimiento es motivo de gozo profundo.
Aunque el Nuevo Testamento no reporta datos directos sobre la vida de la Virgen María, una tradición oriental veneró su nacimiento desde mediados del siglo V, ubicándolo en el sitio de la actual Basílica de "Santa Ana", en Jerusalén.
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12 DE SEPTIEMBRE: SANTO NOMBRE DE MARIA
El nombre hebreo de María, en latín Domina, significa Señora o Soberana; y eso es ella en realidad por la autoridad misma de su Hijo, soberano Señor de todo el universo. Gocémonos en llamar a María Nuestra Señora, como llamamos a Jesús Nuestro Señor; pronunciar su nombre es afirmar su poder, implorar su ayuda y ponernos bajo su maternal protección.
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15 DE SEPTIEMBRE: NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES
Bajo el título de la Virgen de la Soledad o de los Dolores se venera a María en muchos lugares. La fiesta de nuestra Señora de los Dolores se celebra el 15 de septiembre y recordamos en ella los sufrimientos por los que pasó María a lo largo de su vida, por haber aceptado ser la Madre del Salvador.
Este día se acompaña a María en su experiencia de un muy profundo dolor, el dolor de una madre que ve a su amado Hijo incomprendido, acusado, abandonado por los temerosos apóstoles, flagelado por los soldados romanos, coronado con espinas, escupido, abofeteado, caminando descalzo debajo de un madero astilloso y muy pesado hacia el monte Calvario, donde finalmente presenció la agonía de su muerte en una cruz, clavado de pies y manos. María saca su fortaleza de la oración y de la confianza en que la Voluntad de Dios es lo mejor para nosotros, aunque nosotros no la comprendamos. Es Ella quien, con su compañía, su fortaleza y su fe, nos da fuerza en los momentos de dolor, en los sufrimientos diarios. Pidámosle la gracia de sufrir unidos a Jesucristo, en nuestro corazón, para así unir los sacrificios de nuestra vida a los de Ella y comprender que, en el dolor, somos más parecidos a Cristo y somos capaces de amarlo con mayor intensidad. |
24 DE
SEPTIEMBRE: NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED
El significado del título "Merced" es ante todo "misericordia". La Virgen es
misericordiosa y también lo deben ser sus hijos. Esto significa que recurrimos
a ella ante todo con el deseo de asemejarnos a Jesús misericordioso.
Se dice que el 1 de agosto de 1218, fiesta del santo
fundador Pedro Nolasco tuvo una visita de la
Santísima Virgen, dándose a conocer como La
Merced, que lo exhortaba a fundar una Orden religiosa con el fin principal
de redimir a aquellos cristianos cautivos. En ese momento, la península Ibérica
estaba dominada por los musulmanes, y los piratas sarracenos asolaban las
costas del Mediterráneo, haciendo miles de cautivos a quienes llevaban al norte
de África.
Pedro Nolasco impulsó la creación de la Real y
Militar Orden de la Merced, que fue fundada
en la Catedral de Barcelona, con el apoyo del rey Jaime I el
conquistador, en 1218.
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Volumen 23 Números 7 julio 2015
“Laudato Si”
Desearía que todos asumiéramos el compromiso de respetar y custodiar la creación, de contrarrestar la cultura de desperdicio y del descarte, para promover una cultura de la solidaridad y del encuentro.
Desearía que todos asumiéramos el compromiso de respetar y custodiar la creación, de contrarrestar la cultura de desperdicio y del descarte, para promover una cultura de la solidaridad y del encuentro.
-Papa Francisco sobre
la Encícolica ”Laudato Si”.
“Laudato Si” en práctica
La educación en la responsabilidad
ambiental puede alentar diversos comportamientos que tienen una incidencia
directa e importante en el cuidado del ambiente, como:
1. Evitar el
uso de material plástico y de papel
2. Reducir el
consumo de agua
3. Cocinar
sólo lo que razonablemente se podrá comer,
4. Separar los
residuos,
5. La
reutilización de las cosas en lugar de desechar
6. Tratar con
cuidado a los demás seres vivos,
7. Utilizar
transporte público o compartir un mismo
vehículo entre varias personas,
8. Plantar
árboles,
9. Apagar las
luces innecesarias.
Todo esto es parte de una generosa y digna creatividad, que muestra lo
mejor del ser humano. El hecho de reutilizar algo en lugar de desecharlo
rápidamente, a partir de profundas motivaciones, puede ser un acto de amor que
exprese nuestra propia dignidad. (LS
211)
Volumen 19 Números 4 abril 2015
Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz Pascua!
¡Jesucristo ha resucitado!
El amor ha derrotado al odio, la vida ha vencido a la muerte, la luz ha disipado la oscuridad.
Jesucristo, por amor a nosotros, se despojó de su gloria divina; se vació de sí mismo, asumió la forma de siervo y se humilló hasta la muerte, y muerte de cruz. Por esto Dios lo ha exaltado y le ha hecho Señor del universo. Jesús es el Señor.
Con su muerte y resurrección, Jesús muestra a todos la vía de la vida y la felicidad: y esta vía es la humildad, que comporta la humillación. Este es el camino que conduce a la gloria. Sólo quien se humilla pueden ir hacia los «bienes de allá arriba», a Dios (cf. Col 3,1-4). El orgulloso mira «desde arriba hacia abajo», el humilde, «desde abajo hacia arriba».
La mañana de Pascua, advertidos por las mujeres, Pedro y Juan corrieron al sepulcro y lo encontraron abierto y vacío. Entonces, se acercaron y se «inclinaron» para entrar en la tumba. Para entrar en el misterio hay que «inclinarse», abajarse. Sólo quien se abaja comprende la glorificación de Jesús y puede seguirlo en su camino.
El mundo propone imponerse a toda costa, competir, hacerse valer... Pero los cristianos, por la gracia de Cristo muerto y resucitado, son los brotes de otra humanidad, en la cual tratamos de vivir al servicio de los demás, de no ser altivos, sino disponibles y respetuosos.
Esto no es debilidad, sino autentica fuerza. Quién lleva en sí el poder de Dios, de su amor y su justicia, no necesita usar violencia, sino que habla y actúa con la fuerza de la verdad, de la belleza y del amor.
Imploremos hoy al Señor resucitado la gracia de no ceder al orgullo que fomenta la violencia y las guerras, sino que tengamos el valor humilde del perdón y de la paz. Pedimos a Jesús victorioso que alivie el sufrimiento de tantos hermanos nuestros perseguidos a causa de su nombre, así como de todos los que padecen injustamente las consecuencias de los conflictos y las violencias que se están produciendo. Son muchas.
Roguemos ante todo por la amada Siria e Irak, para que cese el fragor de las armas y se restablezca una buena convivencia entre los diferentes grupos que conforman estos amados países. Que la comunidad internacional no permanezca inerte ante la inmensa tragedia humanitaria dentro de estos países y el drama de tantos refugiados.
Imploremos la paz para todos los habitantes de Tierra Santa. Que crezca entre israelíes y palestinos la cultura del encuentro y se reanude el proceso de paz, para poner fin a años de sufrimientos y divisiones.
Pidamos la paz para Libia, para que se acabe con el absurdo derramamiento de sangre por el que está pasando, así como toda bárbara violencia, y para que cuantos se preocupan por el destino del país se esfuercen en favorecer la reconciliación y edificar una sociedad fraterna que respete la dignidad de la persona. Y esperemos que también en Yemen prevalezca una voluntad común de pacificación, por el bien de toda la población.
Al mismo tiempo, encomendemos con esperanza al Señor que es tan misericordioso el acuerdo alcanzado en estos días en Lausana, para que sea un paso definitivo hacia un mundo más seguro y fraterno.
Supliquemos al Señor resucitado el don de la paz en Nigeria, Sudán del Sur y diversas regiones del Sudán y la República Democrática del Congo. Que todas las personas de buena voluntad eleven una oración incesante por aquellos que perdieron su vida ?y pienso muy especialmente en los jóvenes asesinados el pasado jueves en la Universidad de Garissa, en Kenia?, los que han sido secuestrados, los que han tenido que abandonar sus hogares y sus seres queridos.
Que la resurrección del Señor haga llegar la luz a la amada Ucrania, especialmente a los que han sufrido la violencia del conflicto de los últimos meses. Que el país reencuentre la paz y la esperanza gracias al compromiso de todas las partes interesadas.
Pidamos paz y libertad para tantos hombres y mujeres sometidos a nuevas y antiguas formas de esclavitud por parte de personas y organizaciones criminales. Paz y libertad para las víctimas de los traficantes de droga, muchas veces aliados con los poderes que deberían defender la paz y la armonía en la familia humana. E imploremos la paz para este mundo sometido a los traficantes de armas, que ganan con la sangre de hombres y mujeres.
Y que a los marginados, los presos, los pobres y los emigrantes, tan a menudo rechazados, maltratados y desechados; a los enfermos y los que sufren; a los niños, especialmente aquellos sometidos a la violencia; a cuantos hoy están de luto; y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, llegue la voz consoladora y sanadora del Señor Jesús: «La paz esté con ustedes». (Lc 24,36). «No teman, he resucitado y siempre estaré con ustedes» (cf. Misal Romano, Antífona de entrada del día de Pascua).
(aciprensa)
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